Sabemos que el sistema alimentario, desde la producción al consumo, tiene una gran incidencia sobre la emisión de gases de efecto invernadero. Pero la transición hacia nuevos modelos alimentarios convertiría la producción de alimentos en una solución para la mitigación del cambio climático en lugar de un problema.

En este episodio queremos enfatizar cómo la agroecología tiene las claves para transitar hacia una producción de alimentos sostenible, resiliente ante los cambios climáticos, pero también mitigadora del calentamiento global.

Para ello contamos con:

  • Eduardo Aguilera, socio fundador de Alimentta, doctor en Agroecología y especialista en agricultura y cambio climático como investigador en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.
  • Modera: María Ramos, socia fundadora de Alimentta e investigadora en Cicytex.

María Ramos: Sabemos que el sistema alimentario, desde la producción al consumo, tiene una gran incidencia sobre la emisión de gases de efecto invernadero. Pero la transición hacia nuevos modelos alimentarios convertiría la producción de alimentos en una solución para la mitigación del cambio climático en lugar de un problema. El enfoque que queremos abordar en este episodio de hoy quiere enfatizar cómo la agroecología tiene las claves para transitar hacia una producción de alimentos sostenible, resiliente ante los cambios climáticos, pero también mitigadora del calentamiento global.

Hoy va a hablar con nosotros de todo esto nuestro compañero Eduardo Aguilera, socio fundador de Alimentta. Eduardo es doctor en agroecología y es especialista en agricultura y cambio climático, ejerciendo como investigador en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC. Bienvenido, Eduardo.

Eduardo Aguilera: Hola, María.

MR: Bueno, Eduardo, cuéntanos, en primer lugar, qué efecto tiene nuestra forma de alimentarnos sobre el cambio climático.

EA: Nuestra alimentación puede afectar al cambio climático por múltiples vías. Quizá la más relevante, o más directa, es el tipo de alimento que comemos, y, en especial, la cantidad de alimentos de origen animal. Esto es porque los alimentos producidos por los animales tienen, por lo general, una huella de carbono mucho mayor que los vegetales, cuando se expresa por kilo de producto o por kilo de proteína producida. Por otro lado, también influye cómo se han producido esos alimentos. En particular, la producción ecológica contribuye a reducir las emisiones en la producción ya que no usa insumos químicos de síntesis como fertilizantes y pesticidas. Estos insumos generan muchas emisiones en su producción y, además, tienen otros problemas debido a que se fabrican con recursos no renovables, que son los combustibles fósiles. Por otro lado, la reducción en la cantidad de nitrógeno que se aporta al suelo, ya que solo se usa nitrógeno de fuentes orgánicas. Esto supone también una reducción en las emisiones del suelo de óxido nitroso, que es un gas de efecto invernadero muy potente, 300 veces más potente que el CO2, aproximadamente. Y, por último, otro aspecto clave es que la agricultura ecológica también contribuye a secuestrar carbono en el suelo. Esto está relacionado también con esa característica de la agricultura ecológica de basar su fertilidad en el manejo de la materia orgánica.

Entonces, al aplicar más materia orgánica al suelo, lo que se hace es que aumenta el contenido de materia orgánica del suelo y, debido a que la materia orgánica se compone mayoritariamente de carbono, pues lo que estamos haciendo es retirar carbono que estaba en la atmósfera como CO2 y incorporarlo al suelo como materia orgánica, haciendo lo que se conoce como este secuestro de carbono. Además, esto tiene un beneficio añadido, que es que la materia orgánica es una importante herramienta no solo para la mitigación del cambio climático, sino también para la adaptación, porque mejora las propiedades fisicoquímicas del suelo, por ejemplo, aumenta su capacidad de retener agua, el suelo actuaría como una esponja. Entonces, esto hace que sea mucho más resiliente pues frente, por ejemplo, a sequías o también posibles inundaciones.

MR: Y haciendo un poco eco a algunas voces críticas, ¿tú crees que es posible alimentar a la población con agricultura ecológica? ¿No provocaría, por ejemplo, más emisiones por deforestación al tener una menor productividad?

EA: Bueno, efectivamente, si simplemente hacemos una transición a agricultura ecológica, pues hay numerosos estudios que muestran que sí que aumentaría la necesidad de tierra cultivada y, por tanto, se incrementaría el impacto total a través de una mayor deforestación. Pero, bueno, precisamente ahí está la clave de combinar esta transición a la agricultura ecológica en el ámbito productivo con cambios en el consumo que reduzcan la necesidad de tierra. Y estos cambios en el consumo son mayoritariamente los que he mencionado antes de una reducción del consumo de productos de origen animal. Y también otros cambios en el consumo podrían ser la reducción del desperdicio de alimentos, que ahora mismo estamos usando tierra para producir alimentos que acaban desperdiciándose. Entonces, en reducir la cantidad de carne en la dieta, sobre todo la de monogástricos, que son el cerdo y el pollo, que son los que dependen más de los piensos que pueden competir con la alimentación humana, pues estamos reduciendo la demanda de tierra necesaria para producir estos alimentos.

Nosotros hemos hecho un estudio en el que hemos calculado cuáles serían estas cantidades de tierra y hemos visto que en el caso de España sería posible alimentar a toda su población con agricultura ecológica, no solamente no incrementando la superficie cultivada, sino disminuyéndola, o sea, reduciendo la presión que ahora mismo está ejerciendo nuestra alimentación sobre ecosistemas en otros lugares del mundo. Y otro aspecto importante que me gustaría destacar también el tipo de ganadería. La ganadería extensiva, que está vinculada al territorio porque basa su alimentación en pastos y residuos, contribuye a mantener el carbono de los agroecosistemas. Por ejemplo, destaca su papel en la prevención de incendios forestales y además tiene otras muchas funciones como la fijación de la población rural y el mantenimiento del paisaje y la biodiversidad. Por tanto, no es solo la cantidad de carne que consumimos, sino el tipo de carne, cómo se produce esa ganadería.

MR: Entonces, para hacer esta adaptación al cambio climático, ¿bastaría con combinar cambios en la dieta hacia una agricultura ecológica y ganadería extensiva o harían falta otro tipo de cambios?

EA: Bueno, yo creo que sí que haría falta algún cambio adicional, en particular un aspecto muy relevante de la sostenibilidad de la expansión de la agricultura ecológica es la disponibilidad de nutrientes. Si simplemente dejamos de usar fertilizantes químicos, el rendimiento puede desplomarse. Desde una perspectiva agroecológica, hay dos tipos de estrategias para aumentar la disponibilidad de nutrientes. Por un lado, estarían las estrategias relacionadas con lo que podemos llamar la economía circular, es decir, reciclar los residuos para que la mayor parte de los nutrientes que se extraen del suelo con las cosechas acaben volviendo al suelo.

Esto tiene la ventaja añadida de estar aportando materia orgánica al suelo y, por tanto, fomentando el secuestro de carbono. Y este reciclaje de residuos puede ocurrir a múltiples niveles, desde los propios residuos de cosecha que son reincorporados al suelo en lugar de quemarse, a los residuos de agroindustria, como el alperujo de las almazaras o el orujo de las bodegas de vino, que pueden compostarse y aplicarse al suelo, o, por último, a los residuos urbanos, que pueden ser tanto sólidos, que es la basura orgánica, como la propia excreta humana, que son las aguas residuales. Por supuesto, el reciclaje de estos residuos para su uso agrícola presenta retos, por ejemplo, desde un punto de vista sanitario o de presencia de contaminantes, pero actualmente existen las tecnologías para superar estos retos. Por otro lado, el segundo tipo de estrategia para aumentar la disponibilidad de nutrientes es incrementar el cultivo de leguminosas, que son plantas que fijan nitrógeno atmosférico, es decir, que convierten un gas que está en la atmósfera en una forma inerte, en un valioso nutriente para las plantas. Luego, este nitrógeno puede ser aprovechado por otros cultivos, a través de los residuos de las propias leguminosas o del estiércol generado por los animales que las consumen estas leguminosas.

MR: ¿Y cómo puede incrementarse el cultivo de las leguminosas?

EA: El cultivo de leguminosas puede incrementarse por dos vías principales, una son las cubiertas vegetales y otra son en cultivo de leguminosas grano. Las cubiertas vegetales, cuando tienen leguminosas, se llaman abonos verdes, y son cultivos que se siembran no para ser cosechados, sino por sus funciones de protección del suelo y retención y fijación de nutrientes. Y se pueden sembrar tanto en el período intercultivo de rotación de cultivos herbáceos como entre los árboles de cultivos leñosos.

Por otro lado, las leguminosas granos son cultivos que sí se cosechan y que son una importante fuente de proteínas para la alimentación animal y la humana. En el caso de la alimentación humana, son, las lentejas, los garbanzos o las judías, y tienen un papel muy importante en la dieta mediterránea y son además fundamentales en una dieta baja en productos de origen animal, porque tienen aminoácidos esenciales complementan a los aportados por los cereales. Tienen, entonces, una doble ventaja a nivel de dieta humana y a nivel agronómico y ambiental.

MR: Y, una vez conocidas todas estas ventajas, ¿qué medidas crees tú, sobre todo de calado político, que podrían ser necesarias para que logremos todos estos cambios?

EA: Bueno, lo primero es decir que yo no soy experto en políticas públicas, por lo que mis respuestas aquí, bueno, van a ser un poco limitadas. Bueno, en el ámbito de consumo, yo creo que un aspecto muy importante es la educación. Los consumidores y consumidoras deben conocer las implicaciones ambientales y también sociales de los alimentos que consumen. También creo que sería muy útil que la compra pública, por ejemplo de colegios y hospitales, actuase como una palanca para fomentar una dieta más saludable y sostenible. Por otro lado, creo que es necesario penalizar más los sistemas de producción insostenibles a través de impuestos y prohibiciones a determinadas prácticas. Por ejemplo, en la actualidad en Europa, como importadora de soja y otras materias primas, es responsable en gran medida de la deforestación que está ocurriendo en la Amazonia, y esto podría evitarse con una mejor regulación. Otro ejemplo son los fertilizantes y pesticidas, creo que sus precios deberían reflejar todo el coste ambiental y también social que implica su uso, y esto haría que la agricultura convencional no fuese tan competitiva a nivel de precios con la ecológica. Y otro grupo de medidas debería ir encaminado a favorecer las prácticas que sí queremos, por ejemplo, mediante subvenciones a prácticas deseables como las cubiertas vegetales o el cultivo de leguminosas. Y, bueno, por último, creo que habría que favorecer que toda la población tuviese acceso a los productos saludables y sostenibles mediante un apoyo económico a las familias con menos recursos para que puedan adquirirlos.

MR: Pues muchísimas gracias otra vez por acompañarnos y ayudarnos a entender pues los alcances de la agroecología para superar este reto global del cambio climático y la alimentación. Te mandamos un abrazo y nos vemos en próximos podcast.

EA: Bueno, muchas gracias por la oportunidad y hasta la próxima.

Información relacionada