Las recientes imágenes de los superincendios en la península reflejan lo que la ciencia advierte sobre el cambio climático. Su virulencia e intensidad, sin precedentes, subrayan la necesidad de acciones inmediatas. En 2025, han ardido casi 400.000 hectáreas hasta finales de agosto, batiendo récords históricos: el incendio de Zamora-León es el mayor en España, y el de Galicia, el peor en la región.

Estos incendios han afectado espacios protegidos como Las Médulas (Patrimonio de la Humanidad) y Picos de Europa (Parque Nacional), además de amenazar yacimientos como Atapuerca y Siega Verde, identificados por el CSIC como zonas vulnerables.

El relato de las pérdidas se centra en el impacto al motor económico y turístico, ignorando los usos históricos de estos territorios como proveedores de alimentos y energía a través de la gestión de los ecosistemas. Sin embargo, esta última oleada de incendios ha puesto sobre la mesa un aspecto fundamental a la hora de entender la virulencia de los incendios.

Voces locales, como alcaldes y habitantes rurales afectados, señalan que el vaciamiento del campo y el cambio de modelo productivo han facilitado los superincendios. Que estas voces del territorio dirijan la mirada hacia los efectos perniciosos de un medio rural vacío resulta fundamental para entender las alternativas que deberían proponerse y la necesidad de dejar de pensar estos lugares como patrimonios prístinos centrados en el turismo.

Esto cuestiona la idea de que la sostenibilidad implica menos intervención humana. La historia agraria muestra lo contrario: los bosques eran manejados activamente y su mantenimiento no estaba reñido con el aporte de bienes a las comunidades locales mediante prácticas como pastoreo, repoblación selectiva o recolección de leña. Este aspecto dista mucho de los bosques y pastos que nos encontramos hoy en día.

La superficie cultivada viene disminuyendo desde hace décadas hasta situarse en la actualidad en 17,2 Mha, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, mientras que la superficie forestal ha crecido un 26,4%, producto en muy buena medida del abandono de tierras de cultivo y pasto. Estas últimas disminuyeron también un 8,1%.

Además, el sector productivo está volcado hacia la producción hortofrutícola, aceite de oliva y hacia la producción animal intensiva, y se encuentra geográficamente concentrada en enclaves especializados con orientación agroexportadora. La alimentación animal de estos enclaves se sostiene con la importación de piensos, proveniente de una enorme cabaña ganadera desvinculada del territorio, lo que permite la paradoja de la superficie boscosa: crecen los bosques porque ya no se utilizan, y externalizamos los impactos a terceros países desde donde importamos piensos.

En lo que se refiere a la agricultura, solo estas orientaciones productivas muy concretas presentan cifras económicas positivas, expulsando al resto del sector productivo por su inviabilidad económica como consecuencia de un apoyo institucional profundamente desigual. Así, la agricultura y ganadería familiar, integrada en el territorio, que aportan gran parte de los servicios ecosistémicos al resto de la sociedad, y con un conocimiento ecológico tradicional en acelerada desaparición, resultan ser los grandes perdedores de esta ecuación. Sin embargo, estos actores resultan ser la clave fundamental en la gestión sostenible de las masas forestales. 

En nuestro reciente informe “Hacia la transformación del sistema alimentario en España: situación actual, impactos y escenarios de futuro”, consideramos las predicciones de efectos del cambio climático sobre el sistema alimentario para 2050 . En el caso de los incendios forestales, el informe incluye la proyección de los potenciales incendios y su efecto en la masa forestal, analizando qué pasaría si se implementaran transformaciones sostenibles en el sistema alimentario. Esto permite comparar el escenario bussiness as usual (BAU), con la proyección de las tendencias actuales, con un modelo BIO+, que asume el manejo sostenible de la superficie agraria y ganadera de manera ecológica, la transformación de la estructura de la cabaña ganadera o las modificaciones en las dietas de la población española para alcanzar un consumo sostenible y saludable.

En lo que se refiere a la superficie forestal, una de las principales asunciones en el modelo BIO+ implica el aprovechamiento con ganadería extensiva y, por tanto, la transformación de la disponibilidad de pasto. Muchos estudios muestran el papel de la ganadería extensiva en la prevención de incendios en ambientes mediterráneos sin afectar al contenido de carbono en la biomasa forestal. Esto se realiza con un clareado del bosque en las zonas donde no se produce suficiente pasto, para facilitar el crecimiento del mismo, a la par que se incrementa la frondosidad en aquellas zonas donde existe potencial de captura de carbono atmosférico sin afectar al pasto. Cabe señalar que esto no solo permitiría disponer de un aprovechamiento silvopastoril (reduciendo el papel de las importaciones de alimento para la cabaña ganadera, cubierta por el pasto), sino que también supone una estrategia de prevención de incendios y de mejora de la sostenibilidad, incrementando la aportación del carbono al suelo como forma de mitigar el cambio climático.

Los resultados parecen esclarecedores:

  • En el modelo BIO+, la superficie cultivada y forestal transitaría hacia un modelo productivo netamente mitigante del cambio climático (capturando 10,7 millones de toneladas de CO2eq anuales), reduciendo las importaciones de piensos y la susceptible quema de la superficie forestal.
  • En términos socioeconómicos, para 2050, este modelo arroja un incremento del 100% del empleo ganadero y del 30% en el agrícola-forestal con respecto a la actualidad. Resulta particular la conversión de la producción ganadera, actualmente centrada en el porcino y bovino, hacia una cabaña ganadera con mayor presencia de ovejas (+245% el empleo actual), cabras (+106%) y conejos (10x) como forma de manejo extensivo de la superficie forestal. También se incrementa el empleo de la cabaña bovina de leche (+188%) y el del bovino de carne (+86%).
  • Esto supone un hito fundamental en la transformación del modelo rural, incrementando población vinculada al territorio como estrategia de mitigación de incendios.

Con todo ello, este informe supone un ejercicio que respalda la imperante necesidad de transformar el sistema alimentario como herramienta clave para combatir los superincendios. Así, se suma a voces críticas que ven en el enfoque actual con respecto a los incendios una estrechez de miras que no permite atajar los problemas a los que nos enfrentamos.