Cada vez es mayor la preocupación de la sociedad europea por los efectos sobre la salud de la exposición a compuestos químicos contaminantes ambientales. Son frecuentes las noticias en los medios de comunicación que ponen en evidencia la presencia de algún contaminante químico en agua, alimentos o productos de consumo y que reclaman la toma de medidas precautorias. Asuntos como la mala calidad del aire urbano, la variada composición de los cosméticos o la orgía de los plásticos en el envasado de alimentos son motivo de preocupación y desconciertan a la población que exige respuestas coherentes y acciones preventivas que limiten los riesgos para la salud. Las alertas alimentarias de las agencias nacionales de seguridad alimentaria, como es la española AESAN, están a la orden del día.

Entre los temas más actuales y de mayor preocupación se encuentra la limitación del empleo de bisfenol-A (BPA) en los envases alimentarios. BPA destaca como una de las sustancias químicas más controvertidas debido a su amplia utilización y sus posibles riesgos para la salud. Es cierto que la regulación sobre el empleo del BPA ha evolucionado significativamente en Europa, hasta tal punto que, a partir de 2025, los nuevos límites establecidos para la ingesta máxima diaria de este producto en la población general son tan bajos que su empleo no será factible en los envases de comida, botellas de agua y recipientes en contacto con los alimentos, en que se presuma una posible contaminación del contenido.

¿Qué es el bisfenol-A y dónde se encuentra?

El bisfenol-A es un compuesto químico derivado del petróleo utilizado principalmente en la fabricación de plásticos tipo policarbonato y resinas epoxi. Ambos materiales tienen una amplia aplicación en productos de uso cotidiano, como botellas de agua reutilizables marcadas con el número 7 (PC) en el triángulo de reciclado, recipientes para el almacenamiento de alimentos, o revestimientos internos de latas de comida y bebida por resinas epoxídicas.

El éxito de su empleo radica en que sus propiedades de ligereza, resistencia ambiental y transparencia lo hacen ideal para la fabricación de envases. Sin embargo, el BPA tiene una característica que lo hace preocupante ya que puede migrar desde la pared de los envases hacia los alimentos o bebidas que contiene. Esta migración se favorece con las altas temperaturas, como ocurre al calentar alimentos en microondas, al contener bebidas calientes o al ser tratadas las latas antes de ser puestas en el mercado.

Efectos del bisfenol-A en la salud

El principal motivo de preocupación respecto al BPA es su capacidad para actuar como un disruptor endocrino dentro de los organismos vivos. Esto significa que puede imitar o interferir con las hormonas naturales del cuerpo, en particular los estrógenos. De hecho, los estudios han asociado la exposición al BPA con problemas de salud que incluyen desde trastornos hormonales que afectan al desarrollo infantil y la reproducción de los adultos, o el mayor riesgo de cáncer dependiente de las hormonas, como mama y próstata, hasta la disrupción metabólica presente en obesidad y diabetes.

La presencia de BPA o sus productos de degradación se ha demostrado en la sangre y orina de la mayor parte de la población europea, grandes y chicos, norte y sur, indicando que la exposición es muy frecuente y de carácter global. En los estudios de seguimiento, se observan fluctuaciones diarias personales muy dependientes de los hábitos de consumo y la vía alimentaria como forma de exposición más probable.

La respuesta reguladora del bisfenol-A en Europa

La Unión Europea (UE) ha adoptado un enfoque progresivo para abordar los riesgos asociados al BPA. En 2011, la UE prohibió el uso de BPA en la fabricación de biberones para lactantes. Esta decisión marcó un precedente importante y se basó en evidencias que demostraban la vulnerabilidad de los recién nacidos y los lactantes al BPA. En 2018, la UE estableció límites máximos permitidos para la migración de BPA desde materiales en contacto con alimentos como los envases de alimentos infantiles y en 2020 reguló el uso de BPA de tiques de caja hechos con papel térmico.

Ahora ha tocado el turno a los envases para alimentos de consumo general, al reducir los límites de ingesta diaria a niveles mucho más bajos que los que se permitían con anterioridad (20.000 veces menos de lo permitido hasta ahora) lo que hace inviable el uso de este compuesto en la fabricación de los envases para alimentos. Así pues, el policarbonato y las resinas epoxídicas no podrán utilizarse en botellas y latas de conserva que contengan bebidas y alimentos.

La prohibición es bien amplia y abarca las aplicaciones del BPA en la fabricación de plásticos, barnices, revestimientos, tintas de impresión, adhesivos, resinas de intercambio iónico, siliconas y cauchos en contacto con alimentos. Destacan entre estas utilidades las membranas de los filtros de agua para ósmosis inversa y los grandes depósitos industriales que contienen o transportan aceite, leche o cerveza. La industria, que tiene la responsabilidad de liderar la investigación y el desarrollo de alternativas seguras al BPA, deberá buscar compuestos que lo reemplacen y garantizar que estos nuevos materiales sean evaluados exhaustivamente antes de su introducción en el mercado. A este respecto, la posible sustitución del BPA por alguno de sus congéneres como BPS y BPF se ve como una amenaza ya que comparten con BPA su toxicidad y riesgos para la salud.

Responsabilidad de los productores y la industria alimentaria

La industria no solo debe ocuparse de la búsqueda de alternativas más seguras que los bisfenoles (BPA, BPS, BPF), sino que debe asumir su responsabilidad por haber mantenido productos con BPA en el mercado a pesar de existir evidencia científica suficiente sobre sus riesgos para la salud y el medio ambiente. Vale la pena recordar que nuestra primera publicación sobre BPA en el líquido de cobertura de las latas de conserva data de 1995. Entonces ya advertíamos sobre los riesgos de la exposición de los consumidores a este disruptor endocrino y reclamábamos acciones enérgicas y efectivas para restringir su uso, algo que ha ocurrido treinta años después de la primera denuncia.

Las empresas involucradas en la producción y el uso de BPA deberían reconocer públicamente los posibles daños causados por la continuación de esta práctica durante años. Aunque esto pudiera tener implicaciones legales o financieras, el reconocimiento de la responsabilidad se vería como el paso necesario hacia la restauración de la confianza pública. Además, las empresas deberían proporcionar información transparente sobre la investigación interna que realizaron, en caso de que ignoraran advertencias o datos sobre los riesgos del BPA. Esta divulgación podría ayudar a mejorar la vigilancia reguladora en el futuro.

En casos donde existan pruebas claras de daño a la salud o al medioambiente, la industria debe asumir la responsabilidad económica mediante programas de compensación a las comunidades afectadas. Se nos ocurren diferentes formas de remediación, desde la creación de un fondo para financiar estudios independientes sobre los efectos a largo plazo del BPA, a la colaboración en la remediación de los daños causados al medioambiente tomando parte en la limpieza de ecosistemas contaminados.

Un etiquetado alimentario más informativo

La regulación del BPA en los envases a alimentarios es un ejemplo paradigmático de cómo la industria no solo debe cumplir con las normativas existentes, sino también colaborar activamente con los gobiernos para desarrollar marcos regulatorios más robustos que prevengan el uso de sustancias peligrosas en el futuro. Así, por ejemplo, una vez que los productos alternativos estén en el mercado, las empresas deben comprometerse a monitorizar su seguridad y reportar cualquier hallazgo que pueda suponer un riesgo para los consumidores. Como es posible que algunas administraciones no ejerzan su derecho a monitorizar el contenido de BPA en los alimentos, bien haría la industria haciéndonos saber que cumplen con lo legislado. A este respecto, se hace absolutamente necesario el establecimiento de un etiquetado claro que informe si los envases contienen o no, BPA u otras sustancias potencialmente preocupantes y si se ha cumplido con la nueva regulación. Este hecho sencillo empoderaría a las personas consumidoras para tomar decisiones informadas. Hay buenos antecedentes. Por ejemplo, cualquier ciudadano puede saber que el biberón que está comprando para la alimentación de su bebé está libre de BPA, porque así lo anuncia de forma clara y rotunda el envase: “Libre de BPA”.

Desafortunadamente, esta transparencia informativa se olvidó en España en el caso de los tiques de caja de papel térmico donde la ausencia de una marca “Libre de BPA”, o sus equivalente BPA-free o Sans BPA, tan bien reconocidos en el resto del mercado europeo, no se ha adoptado en nuestro país. Todos confiamos en que el papel térmico en uso no contenga BPA, pero ni la industria ni la administración lo confirman. La primera porque no lo marca en los envases, la segunda porque no ha publicado informe alguno sobre el cumplimiento de la prohibición. El marcado de la no presencia de BPA en las latas de conserva sería una enorme oportunidad para la recuperación de la confianza de las personas consumidoras en quienes producen y venden.

Por último, la industria podría aprovechar este momento para establecer estándares de seguridad voluntarios que superen los requisitos legales mínimos, incluyendo no solo su compromiso de eliminación del BPA, sino también de los sustitutos problemáticos como BPS y BPF. A este respecto, el asunto de “la sustitución lamentable”, es decir la propuesta de alternativas tan malas o peores de lo que se quiere solucionar, ha sido muy recientemente advertida por la administración europea en el contexto de la prometida economía circular.

La regulación del biesfenol-A y otras sustancias en envases alimentarios

La prohibición del BPA en los envases de alimentos en Europa representa un paso importante hacia la protección de la salud humana y animal y el medioambiente. Este logro es el resultado de años de investigación científica, que junto a la presión por parte de asociaciones de consumidores y grupos de generación de conocimiento experto como Alimentta, han inducido una acción legislativa más valiente. Sin embargo, también subraya la importancia de abordar los riesgos de manera integral, considerando tanto lo que ahora se regula como sus posibles alternativas. A medida que la ciencia avance, es probable que las regulaciones tengan que evolucionar integrando el conocimiento para garantizar la seguridad de los productos que utilizamos a diario. Pero este proceso no debe llevar treinta años como en el caso del BPA.

Anticiparse con la regulación preventiva a la demostración del daño no es anticientífico, es una aplicación estricta del Principio de Precaución. La colaboración entre gobiernos y consumidores seguirá siendo fundamental para construir un futuro más seguro y sostenible, pero la implicación de la industria, productores y vendedores es clave para esto ocurra.

Referencias

Commission Regulation (EU) 2024/3190 of 19 December 2024 on the use of bisphenol A (BPA) and other bisphenols and bisphenol derivatives with harmonised classification for specific hazardous properties in certain materials and articles intended to come into contact with food, amending Regulation (EU) No 10/2011 and repealing Regulation (EU) 2018/213. OJ L, 2024/3190, 31.12.2024, ELI

Brotons JA y cols. Xenoestrogens released from lacquer coatings in food cans. Environ Health Perspect. 1995 Jun;103(6):608-12. doi: 10.1289/ehp.95103608. PMID: 7556016; PMCID: PMC1519121.

Mustieles V y cols. Bisphenol A and its analogues: A comprehensive review to identify and prioritize effect biomarkers for human biomonitoring. Environ Int. 2020 Nov;144:105811. doi: 10.1016/j.envint.2020.105811. Epub 2020 Aug 28. PMID: 32866736.