Este artículo científico analiza la evolución de la agricultura española desde 1992 hasta 2017, y explora la especial relación existente entre la población agraria y la oferta de servicios agroecosistémicos (AE-S).

Tradicionalmente, la explotación familiar ha sostenido la calidad de los elementos fondos biofísicos a través del trabajo dedicado por los integrantes de la familia tanto en tareas productivas como reproductivas. Es la razón por la cual los cambios producidos en el tamaño y la composición de la población agraria así como en el modelo de explotaciones están abocados a tener consecuencias sobre la calidad de dichos elementos fondos, y por lo tanto, sobre la oferta de AE-S.

«El descenso de explotaciones familiares
ha conducido al deterioro de los ecosistemas»

Para comprobar esta hipótesis, hemos adoptado el enfoque del Metabolismo Agrario. Los resultados obtenidos demostraron que el valor de la producción agrícola española ha seguido creciendo gracias a la especialización productiva, el aumento del riego, los cultivos de invernaderos y la ganadería intensiva. Esto, a su vez, ha favorecido el aumento del sector de la agricultura intensiva, pernicioso para el medioambiente, y ha reducido drásticamente el número de explotaciones familiares. El descenso de explotaciones familiares ha conducido al deterioro de los ecosistemas, debido a la caída del volumen de trabajo dedicado a tareas reproductivas y a la vez a su exclusión de la gestión de tierras agrícolas.

Conclusiones y recomendaciones del artículo

La destrucción de los circuitos internos de energía y materias primas ha favorecido un creciente consumo intermediario, que afectó de forma negativa las dinámicas de los ingresos agrícolas durante el periodo de 1992 a 2017. La pérdida de ingresos desde el final de los años 1990, a su vez, acarreó alteraciones en el perfil de las explotaciones agrícolas, que se especializaron en el manejo de ganadería y cultivos intensivos, con un uso de suelos muy reducido, mientras que empezó el declive de granjas dedicadas a una gestión de suelos extensiva (pastos, cultivos de secano). Del mismo modo, el modelo de gestión empresarial, basado en el trabajo asalariado, se expandió en detrimento de la gestión familiar. Por su parte, la disminución de explotaciones familiares ha conducido al deterioro de los agroecosistemas debido a la vez a la contracción del volumen de trabajo dedicado a tareas reproductivas y a su exclusión de la gestión de tierras agrícolas. Por lo tanto, se les ha impedido reestablecer los circuitos internos de energía y materias primas que hubieran permitido reducir el consumo intermediario, desencadenando en una espiral de degradación retroalimentándose de los elementos fondos sociales y biofísicos de los agroecosistemas españoles, mermando su capacidad para proveer AE-S.

Ante la demanda de servicios agroecosistémicos planteada por la sociedad española y europea, las preguntas a las que responder son: ¿quiénes se van a dedicar a esa gestión y cómo? Como sostienen Brookfield y Parsons (2007), “las explotaciones familiares están mucho mejor posicionadas para brindar los servicios ambientales que ahora demanda el público”. La presencia de la agricultura familiar también tiene un impacto positivo en el empleo, no solo en la agricultura, y en la provisión de servicios socioeconómicos en las comunidades rurales, como se concluye en otras revisiones bibliográficas (Garner y Campos, 2014; Winter y Lobley, 2016). Por otro lado, el declive de las explotaciones agrícolas familiares, que conduce a la desagrarización y la despoblación rural (Bryceson, 1996; Brookfield, 2008), a su vez aumenta el costo de conservación de los recursos naturales, ya que es poco probable que se mantengan en ausencia de esta mano de obra. (Oudenhoven et al., 2011; Arn´es et al. 2013; Comin and GhelerCosta, 2016; Lomba et al. 2020). Estos autores también destacan la relación entre la agricultura familiar y la preservación de los valores culturales y, quizás lo más importante desde el punto de vista agroecológico, el conocimiento tradicional sobre el manejo de los agroecosistemas (Garner y Campos, 2014). Finalmente, se puede suponer que los agricultores familiares están más dispuestos a convertirse al manejo agroecológico de los agroecosistemas que los grandes agricultores (P´epin et al. 2021); entre otras razones porque la producción y el uso de insumos a escala local o agrícola requiere más mano de obra y es más probable que las granjas familiares los adopten (Duru et al. 2015; Morel et al. 2018). Finalmente, se puede suponer que los agricultores familiares están más dispuestos a convertirse al manejo agroecológico de los agroecosistemas que los grandes agricultores (P´epin et al. 2021); entre otras razones porque la producción y el uso de insumos a escala local o agrícola requiere más mano de obra y es más probable que las granjas familiares los adopten (Duru et al. 2015; Morel et al. 2018). Varios estudios afirman que podría ser técnica y económicamente difícil que las grandes granjas adopten las alternativas agroecológicas menos intensivas en carbono frente a los monocultivos, el uso de fertilizantes industriales, etc. (Arn´es et al. 2013; Lucantoni, 2020; Rosa et al. 2021).

La dinámica del empleo y la destrucción de explotaciones agrícolas, que está en la raíz de la desagrarización y la despoblación rural, debe revertirse y las políticas agrícolas deben apoyar con más fuerza a las explotaciones familiares y sus vínculos con la gestión sostenible y la provisión de AE-S. El reconocimiento y financiación de tales servicios por parte de la PAC podría ser una buena herramienta para ello.

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