Cada kilogramo de trigo producido con variedades tradicionales y de manera ecológica retira de la atmósfera 43 g de CO2, contribuyendo claramente a mitigar los efectos del cambio climático.
Si lo comparamos con cada kilogramo de trigo producido con variedades modernas y manejo convencional, que en lugar de secuestrar CO2 de la atmósfera emite 263 g, la diferencia entre ambas opciones supera los 300 g de emisiones de CO2 por cada kg de trigo.
La península ibérica es considerada un ‘hot spot’ para el cambio climático, lo que significa que sufre de forma más severa que otros territorios los efectos del calentamiento global. Por eso es tan importante que tanto agricultores como consumidores cuenten con información confiable que guíe las decisiones de siembra y compra.
El trigo: un cultivo esencial para la alimentación humana
El trigo es uno de los cereales más importantes para la alimentación humana. La superficie cultivada de trigo en el mundo supera los 200 millones de hectáreas. De hecho, es el cultivo que mayor superficie ocupa y su consumo representa el 20% de ingesta calórica mundial.
En los países mediterráneos el trigo es aún más importante porque es parte esencial de la dieta mediterránea, ocupando aproximadamente el 25% de la superficie cosechada.
Esta notable ocupación de la superficie agrícola dedicada al trigo, confiere a este cultivo una gran capacidad de influir sobre la mitigación y adaptación al cambio climático en los países mediterráneos.
En definitiva, lo que suceda en nuestros secanos de cereal tiene efecto no sólo sobre la propia producción de trigo, sino sobre el conjunto de la agricultura española.
¿Qué son las variedades tradicionales?
Las variedades tradicionales son aquellas que han evolucionado a lo largo de los siglos gracias al trabajo de agricultores que, año tras año, seleccionaban los ejemplares que más se adecuaban a las condiciones ambientales, pero también a las necesidades, gustos y costumbres de la sociedad local. Así, tras cada ciclo, las variedades iban mejorándose y adaptándose.
Su alta capacidad de adaptación a condiciones ambientales cambiantes se debe a su heterogeneidad (genotípica y fenotípica), fruto del sistema de selección y mejora realizado tradicionalmente por los agricultores que no ejercía una fuerte presión sobre ningún genotipo concreto, dando lugar a lo que denominamos “variedades población”.
Hasta principios del siglo XX, las variedades tradicionales ocupaban los campos de trigo europeos. Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX, comenzaron a desarrollarse nuevas variedades en estaciones experimentales de organismos públicos y privados cuyas condiciones controladas distan mucho de aquellas, mucho más variables, existentes en los campos de cultivo de los agricultores.
Desde mediados del siglo pasado, podemos hablar de un punto de inflexión en la producción de trigo y en el trabajo de los mejoradores genéticos: la producción de trigo experimentó un gran aumento debido a la introducción de variedades con potencial de alto rendimiento, cuyo éxito estaba asegurado siempre y cuando su cultivo se acompañara de un elevado uso de fertilizantes químicos, pesticidas y acceso a agua. Impulsada institucionalmente, la consecuencia fue la sustitución de variedades tradicionales, adaptadas a las condiciones del terreno y del clima, por variedades modernas diseñadas para producir mucho grano con elevados aportes de fertilizantes, fitosanitarios y riego en regiones áridas y semiáridas.
El problema es que estas variedades modernas no responden bien en los secanos mediterráneos, debido a que la falta de agua es el principal limitante para la producción. Sin agua, no hay respuesta al aporte de insumos. De hecho, ensayos que han comparado la producción media entre variedades tradicionales y modernas a lo largo de tres años indican que en variedades tradicionales con manejo ecológico ha sido de 2.166 kg de grano por hectárea por año (ha-1), y de 2.201 kg ha-1 para las variedades modernas con manejo convencional.
Si producen lo mismo ¿por qué las variedades tradicionales retiran carbono de la atmósfera, mientras las variedades modernas lo emiten?
Hay tres razones fundamentales por las que las variedades tradicionales con manejo ecológico retiran carbono de la atmósfera, mientras las variedades modernas con manejo convencional lo emiten:
- Las variedades tradicionales producen más cantidad de paja y de raíz que las variedades modernas. Dicho en otras palabras: producen más materia orgánica. Aunque los agricultores vendan el grano y los mismos kg de paja que con las variedades modernas, les queda más raíz y paja para incorporar al suelo, dando lugar a un incremento de la materia orgánica edáfica o relativa al suelo. Por tanto, los agricultores que producen con este tipo de cultivo no solo secuestran carbono, también mejoran la calidad de su suelo.
- La paja de las variedades tradicionales tiene una composición diferente a las variedades modernas. La primera tiene más carbono y menos nitrógeno, lo que da lugar a un mayor secuestro de carbono por kilogramo de paja que se incorpora al suelo.
- Las variedades tradicionales se desenvuelven mejor con manejo ecológico certificado (fertilización orgánica, sin plaguicidas) que con manejo convencional (con fertilización química, herbicidas, etc.). Obviamente, el manejo ecológico certificado se parece más al manejo tradicional en el que fueron seleccionadas las variedades tradicionales. Gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera provenientes de la agricultura convencional se debe a la fabricación de los insumos industriales que emplean. En el caso del trigo, sustituir los fertilizantes químicos empleados con las variedades modernas por los fertilizantes orgánicos empleados con las variedades tradicionales, contribuye a reducir las emisiones de GEI a la atmósfera.
Estas son las principales conclusiones de un ensayo de campo que ha comparado seis variedades de trigo tradicionales y seis convencionales en condiciones de secano, propias del contexto mediterráneo, por lo que sus resultados no pueden extenderse al cultivo del trigo en regadío o en regiones de mayor pluviometría.
El ensayo es una colaboración de Alimentta con investigadoras del Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas, cuyos resultados se resumen en el siguiente vídeo.