Ya no comemos igual que nuestros bisabuelos. Es un hecho que los hábitos alimentarios están cambiando a nivel mundial y ello se debe a múltiples factores, entre los que se incluyen el aumento del comercio internacional y el desarrollo económico. Por otro lado, la demanda de alimentos está aumentando debido al crecimiento exponencial de la población.

Si queremos disponer de suficientes alimentos saludables y respetuosos con el medioambiente, no solo para esta generación, sino para las futuras, es necesario garantizar una producción y un consumo responsables y sostenibles a nivel mundial.

Se han realizado muchos esfuerzos en este sentido, casi siempre centrados en la producción y la cadena de suministro. Sin embargo, intervenir en la demanda y el consumo de alimentos, podría brindar no solo beneficios ambientales sino también desde el punto de vista de la salud.

Ese es el foco del Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, centrado en la producción y el consumo responsables, promoviendo dietas sostenibles y saludables y reduciendo el desperdicio alimentario. Esta es una estrategia clave para lograr una seguridad alimentaria sostenible y una mejora de la salud pública a nivel mundial.

Alimentación responsable: lo más saludable también suele ser lo más sostenible

Existe una gran coincidencia entre los alimentos más saludables y los más sostenibles. También entre aquellos que son menos sostenibles y los que hay que tratar de evitar para preservar la salud.

Las dietas basadas en alimentos frescos, mayoritariamente de origen vegetal, locales, de temporada y, siempre que sea posible, producidos u obtenidos bajo técnicas agroecológicas, son la elección más saludable y sostenible.

De ahí la importancia de limitar el consumo de alimentos , altamente procesados, con alto contenido en grasas de mala calidad nutricional, azúcares, edulcorantes, harinas refinadas, potenciadores del sabor y sal.

Los alimentos muy procesados son, con los de origen animal, sobre todo carnes y lácteos, los que generan mayor impacto ambiental entre otras cosas por su alta emisión de gases efecto invernadero (te lo contamos con detalle en este post sobre alimentación y cambio climático).

Es por ello, que las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, legumbres y frutos secos), y en las que el consumo de alimentos de origen animal sea moderado y producidos de manera sostenible, presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos medioambientales perjudiciales. Por otro lado, es necesario destacar la importancia de evitar el consumo de alimentos envasados en plásticos, no solo por su impacto ambiental sino por sus conocidos efectos tóxicos para la salud.

¿Estamos en el camino hacia un consumo saludable y sostenible?

En España se están llevando a cabo campañas para promover hábitos alimentarios más saludables, por ejemplo, el programa “Apúntate a un estilo de vida más saludable” apoyado por el Ministerio de Sanidad y, se están realizando esfuerzos para concienciar acerca de la reducción del desperdicio alimentario, por ejemplo, con el programa “Mas alimento menos desperdicio”, puesto en marcha por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Sin embargo, nos queda mucho por avanzar. 

La transformación del consumo alimentario en España ha llegado a tal punto que la dieta española actual difícilmente podría representarse como una pirámide con una base de alimentos de origen vegetal. Además, la tendencia general en los últimos años indica que los alimentos frescos representan una minoría en nuestra cesta de la compra, a la vez que aumenta el consumo de alimentos muy procesados y platos preparados.

Un último apunte sobre desperdicio alimentario

Los datos de desperdicio de alimentos a nivel mundial son poco halagüeños. ¿Sabías que un tercio de los alimentos que se producen para el consumo de los seres humanos se pierden o se desperdician? ¿Y sabías que ese desperdicio está vinculado con la inseguridad alimentaria y nutricional a nivel mundial?

A día de hoy, reduciendo un 25% las pérdidas y el desperdicio de alimentos se podría alimentar a 870 millones de personas. Además, los alimentos que se producen y comercializan, pero no se consumen, provocan impactos ambientales innecesarios a lo largo de toda su cadena de valor, entre ellos la emisión de GEI y el uso de recursos naturales como agua y tierra.

Deberíamos concienciarnos de la importancia de un consumo responsable de alimentos saludables y sostenibles, con el fin de contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional con un impacto ambiental reducido y un desperdicio alimentario mínimo.

Comprometámonos pues a:

  • Aumentar los alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, legumbres y frutos secos) convirtiéndolos en la base de nuestra dieta, con una disminución importante del consumo de productos de origen animal (sobre todo carnes y lácteos).
  • Reducir el consumo de alimentos muy procesados, a favor de alimentos frescos o poco transformados.
  • Consumir mayoritariamente alimentos de temporada y de proximidad, producidos de una manera sostenible y siempre que sea posible bajo técnicas agroecológicas.
  • Evitar el consumo de alimentos envasados en plásticos.
  • Reducir al mínimo el desperdicio alimentario.