Manifiesto por las Legumbres, la proteína más inteligente

Las legumbres son un elemento clave de la dieta mediterránea. Presentan importantes ventajas a lo largo de la cadena alimentaria, siendo fundamentales para frenar el abandono del campo, mejorar la calidad de las dietas y reducir la insostenibilidad del modelo agroalimentario dominante. Sin embargo, su producción se encuentra en franco retroceso en España. 

Reivindicar sus beneficios y recuperar su presencia en nuestras mesas permitiría abordar de forma simultánea varios de los grandes retos que enfrenta el sistema agroalimentario estatal. 

Nutricionalmente, las legumbres –como el garbanzo, la lenteja o la judía– son una fuente de proteína vegetal de alta calidad, ricas en fibra, vitaminas, minerales e hidratos de carbono de absorción lenta, lo que favorece la saciedad y un aporte energético sostenido. Aportan hierro y calcio (contenido similar a los lácteos) y son muy versátiles en la cocina, ideales para reducir el consumo de carne. Su comercialización en seco permite su venta a granel y en envases reutilizables. En el campo, las leguminosas –como la veza o la alfalfa– son aliadas fundamentales para  la fertilización de los agroecosistemas. También pueden emplearse en piensos animales, reduciendo la dependencia de importaciones para la alimentación del ganado.

Por ello, desde Alimentta hacemos un llamado a gobiernos, instituciones, organizaciones del sector agrario y entidades de la sociedad civil a sumarse a la recuperación de las legumbres como pilar de un sistema alimentario saludable, sostenible y justo.

Las principales causas del retroceso de las leguminosas, cultivos históricamente arraigados en nuestro sistema alimentario, son múltiples, destacando principalmente la falta de apoyo en la Política Agraria Común (PAC) tras la entrada en la Unión Europea, las dinámicas de los mercados globales y el desarrollo de la ganadería intensiva.

Como consecuencia, la balanza comercial se ha vuelto fuertemente dependiente de importaciones y se ha perdido el conocimiento y tecnología asociada a la producción de legumbres. En el caso de las importaciones, la soja procede principalmente de América del Sur para la alimentación animal, mientras que las legumbres para consumo humano proceden en su mayoría de Estados Unidos, México o Argentina. Esta dependencia implica costes energéticos, económicos y ambientales difíciles de sostener. 

Recuperar el control sobre la producción y el comercio local de leguminosas, fomentando un modelo de cultivo ecológico, representaría un paso estratégico para reforzar la salud y la autonomía del sistema agroalimentario estatal. 

Las leguminosas presentan menores rendimientos y requieren una mayor inversión inicial que otros cultivos como los cereales, lo que penaliza su rentabilidad en ausencia de un precio justo o de apoyo institucional. En agricultura ecológica, su uso es residual: apenas un 11% de las explotaciones emplean leguminosas como abono verde. La escasez de semillas adaptadas, la falta de acompañamiento técnico y los precios de mercado por debajo de los costes reales agravan esta situación, debido a los acuerdos comerciales que permiten la entrada masiva de legumbres importadas a precios muy bajos.

Es fundamental garantizar una remuneración justa para quienes cultivan leguminosas, especialmente en producción ecológica. Para incentivar su producción es necesario ofrecer condiciones atractivas, que compensen los riesgos y reduzcan las oscilaciones interanuales, climáticas y de precio. Por ejemplo, se deben redirigir las subvenciones de la PAC, priorizando la producción de leguminosas como cultivo estratégico, con especial incidencia en los barbechos. Asimismo, es necesario remunerar los servicios ecosistémicos que el cultivo de leguminosas ofrece, como la fijación de nitrógeno y la regeneración del suelo, puesto que estos cultivos reducirían la dependencia de insumos químicos para la producción agroalimentaria. 

España cuenta con un inmenso patrimonio agrícola de variedades tradicionales de legumbres, un recurso esencial tanto para la biodiversidad como para la sostenibilidad de nuestros sistemas agrarios. Promover estas variedades tradicionales fortalecería la resiliencia de los sistemas agroalimentarios, incrementando la capacidad del sector primario para enfrentar adversidades climáticas y crisis globales, al tiempo que se preserva la herencia agrícola. 

Es urgente proteger la diversidad genética, incentivando la producción y conservación de variedades locales mejor adaptadas al territorio. Al mismo tiempo,es esencial promover prácticas de cultivo que maximicen sus beneficios ecológicos, reduciendo costes de producción, recursos e insumos. La rotación y asociación de cultivos -por ejemplo combinando leguminosas con cereales- permite aprovechar la sinergia entre cultivos para mejorar la salud del suelo y reducir la dependencia de fertilizantes sintéticos.

Fomentar la producción local de leguminosas es clave para garantizar la autonomía alimentaria de España. El incremento de su producción permitiría reducir la balanza comercial negativa y la alta huella ecológica actual, tanto en leguminosas de consumo humano como animal, lo que supondría vincular las cadenas de valor alimentarias al territorio

Los esfuerzos deben ir orientados hacia optimizar y reorganizar la cadena de valor, propiciando un clima favorable para el establecimiento de precios justos para y con los productores locales. Además, resulta fundamental invertir en la creación de centros de tratamiento poscosecha cerca de las zonas productoras. Esto permitiría reducir los costos de transformación y transporte, que actualmente encarecen el precio final del producto y limitan su competitividad en el mercado. 

Romper el estigma que pesa sobre el consumo de legumbres es clave para reforzar su atractivo entre la ciudadanía. Promover las técnicas de preparación y cocinado, que además son parte de nuestra herencia cultural, no solo revaloriza su consumo, sino que también alberga claves para mejorar su asimilación nutricional. Es crucial fomentar el desarrollo de nuevos productos alimentarios y platos preparados que hagan las legumbres másaccesibles y atractivas en hogares, restauración y comedores colectivos. 

Todo ello sin olvidar el poder de la compra pública como herramienta clave para articular producción y demanda de legumbres locales. Una estrategia fundamental en este proceso es incorporar las legumbres locales y ecológicas en los pliegos de licitación para la adquisición de alimentos en escuelas y otras cocinas colectivas, asegurando un porcentaje creciente de productos ecológicos.

A pesar de sus numerosos beneficios, el impulso a la producción de leguminosas enfrenta obstáculos estructurales que solo pueden superarse con herramientas legislativas, financieras y técnicas que respalden decididamente este cultivo estratégico. Aunque tanto la Estrategia Nacional de Alimentación (ENA) como el Plan Estratégico de la PAC (PEPAC) 2023–2027 reconocen su valor en la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, esta consideración no se traduce en medidas de apoyo concretas y suficientes. La ENA carece de una hoja de ruta para fomentar su cultivo, y el PEPAC, pese a contemplar ayudas para determinadas especies y semillas certificadas, son insuficientes y excluye incentivos específicos para la producción ecológica o para su transformación y comercialización local. 

La revitalización de la producción de leguminosas no puede esperar más. Apostar por legumbres locales y ecológicas es una necesidad urgente, junto con el apoyo de otras proteínas saludables como las provenientes de la pesca sostenible de cercanía. Esta transición requiere el compromiso de todos los actores de la cadena alimentaria. 

Desde Alimentta, las entidades aliadas, y las personas y entidades adherentes a este manifiesto, instamos a avanzar hacia un futuro en el que las leguminosas sean el eje de un sistema alimentario saludable, sostenible y justo.



    Así aparecerá públicamente, los nombres incompletos no se validarán.


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